Cuando todo el mundo era joven y este país era una provincia del gran y poderoso rey Jorge III, existía una aldea que ahora, gracias a la Revolución y a la democracia, se ha convertido en una ciudad de considerable tamaño, con sus tiendas y talleres, sus calles pavimentadas y sus hoteles. Los pacíficos habitantes de aquella aldea vivían, como es natural, en paz y concordia; las casas se alzaban a la sombra de árboles frondosos; los ganados pacían en los prados y los campesinos labraban la tierra. La aldea se encontraba a orillas del Hudson, bajo la sombra de la imponente cordillera de los Catskill, cuyas cumbres se elevan en el horizonte. Entre los habitantes de esta tranquila aldea vivía un hombre bueno, un hombre honrado, aunque de muy poco espíritu: Rip Van Winkle. Era descendiente de los Van Winkles que tantos méritos habían hecho en los días de la colonización, y como a casi todos sus compatriotas, le gustaba la buena vida. Se sabía que había nacido en tiempos antiguos, cuando
En la región montañosa de California, cerca del pequeño pueblo de San Juan, se encontraba una extraña formación rocosa llamada el "Dedo de Dios". Era un pico que se alzaba abruptamente y se decía que tenía un dedo de piedra que señalaba al cielo. La gente del lugar creía que el dedo era un símbolo de advertencia divina. Un día, el joven y ambicioso buscador de oro llamado James Acton decidió explorar la montaña en busca de riqueza. Acton había oído rumores de una rica veta de oro en el área y estaba dispuesto a arriesgarlo todo para encontrarla. Sin embargo, las leyendas sobre el "Dedo de Dios" le causaban cierta inquietud, aunque no permitía que sus temores le detuvieran. Mientras exploraba la montaña, Acton se encontró con una cueva oculta. Dentro, encontró una inscripción en la pared que decía: "Quien toque el dedo de Dios será condenado a su perdición". Acton, intrigado pero escéptico, continuó su búsqueda. Finalmente, llegó al pico de la montaña d