Había una vez un ratón de campo que vivía felizmente en su modesta madriguera, alimentándose de lo que el campo le ofrecía: granos, raíces y algunas frutas. Un día, recibió la visita de su primo, el ratón de ciudad, que venía a verlo después de muchos años sin encontrarse. El ratón de campo, lleno de alegría, compartió con su primo lo mejor que tenía: algunas nueces y semillas, que para él eran un auténtico manjar. Pero el ratón de ciudad miró la comida con cierto desdén y dijo: —Querido primo, veo que llevas una vida bastante dura aquí en el campo. Tu comida es simple y escasa. Deberías venir conmigo a la ciudad. Allí tengo abundancia de manjares y nada de qué preocuparse. Come lo que puedas hoy, pero mañana te llevaré a mi hogar para que veas lo que es una buena vida. El ratón de campo, intrigado y tentado por las palabras de su primo, aceptó la invitación. Al día siguiente, ambos partieron hacia la ciudad. Al llegar, el ratón de campo se sorprendió con la grandiosidad del lugar do