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Mostrando entradas de agosto, 2024

RIP VAN WINCKLE - WASHINGTON IRVING

  Cuando todo el mundo era joven y este país era una provincia del gran y poderoso rey Jorge III, existía una aldea que ahora, gracias a la Revolución y a la democracia, se ha convertido en una ciudad de considerable tamaño, con sus tiendas y talleres, sus calles pavimentadas y sus hoteles. Los pacíficos habitantes de aquella aldea vivían, como es natural, en paz y concordia; las casas se alzaban a la sombra de árboles frondosos; los ganados pacían en los prados y los campesinos labraban la tierra. La aldea se encontraba a orillas del Hudson, bajo la sombra de la imponente cordillera de los Catskill, cuyas cumbres se elevan en el horizonte. Entre los habitantes de esta tranquila aldea vivía un hombre bueno, un hombre honrado, aunque de muy poco espíritu: Rip Van Winkle. Era descendiente de los Van Winkles que tantos méritos habían hecho en los días de la colonización, y como a casi todos sus compatriotas, le gustaba la buena vida. Se sabía que había nacido en tiempos antiguos, cuando

EL DEDO DE DIOS - AMBROSE BIERCE

En la región montañosa de California, cerca del pequeño pueblo de San Juan, se encontraba una extraña formación rocosa llamada el "Dedo de Dios". Era un pico que se alzaba abruptamente y se decía que tenía un dedo de piedra que señalaba al cielo. La gente del lugar creía que el dedo era un símbolo de advertencia divina. Un día, el joven y ambicioso buscador de oro llamado James Acton decidió explorar la montaña en busca de riqueza. Acton había oído rumores de una rica veta de oro en el área y estaba dispuesto a arriesgarlo todo para encontrarla. Sin embargo, las leyendas sobre el "Dedo de Dios" le causaban cierta inquietud, aunque no permitía que sus temores le detuvieran. Mientras exploraba la montaña, Acton se encontró con una cueva oculta. Dentro, encontró una inscripción en la pared que decía: "Quien toque el dedo de Dios será condenado a su perdición". Acton, intrigado pero escéptico, continuó su búsqueda. Finalmente, llegó al pico de la montaña d

LA MANO - GUY DE MAUPASSANT

  Estaban en círculo en torno al señor Bermutier, juez de instrucción, que daba su opinión sobre el misterioso suceso de Saint-Cloud. Desde hacía un mes, aquel inexplicable crimen conmovía a París. Nadie entendía nada del asunto. El señor Bermutier, de pie, de espaldas a la chimenea, hablaba, reunía las pruebas, discutía las distintas opiniones, pero no llegaba a ninguna conclusión. Varias mujeres se habían levantado para acercarse y permanecían de pie, con los ojos clavados en la boca afeitada del magistrado, de donde salían las graves palabras. Se estremecían, vibraban, crispadas por su miedo curioso, por la ansiosa e insaciable necesidad de espanto que atormentaba su alma; las torturaba como el hambre. Una de ellas, más pálida que las demás, dijo durante un silencio: -Es horrible. Esto roza lo sobrenatural. Nunca se sabrá nada. El magistrado se dio la vuelta hacia ella: -Sí, señora, es probable que no se sepa nunca nada. En cuanto a la palabra sobrenatural que acaba de e

EL COLLAR - GUY DE MAUPASSANT

  Matilde Loisel, una mujer de mediana edad, estaba insatisfecha con su vida. Aunque vivía en una modesta casa con su marido, ella anhelaba una vida de lujo y refinamiento. Su esposo, un funcionario del ministerio, había conseguido una invitación para una elegante fiesta en el Ministerio. Matilde, que estaba emocionada por la oportunidad de asistir a un evento de tal prestigio, deseaba deslumbrar a los asistentes con un vestido y un collar de joyas. Matilde no tenía joyas, así que su esposo le sugirió que tomara prestado un collar de su amiga, la señora Jeanne Forestier, quien poseía una gran colección de joyas. Matilde aceptó con entusiasmo y eligió un collar de diamantes que parecía muy costoso y hermoso. El día del baile, Matilde deslumbró a todos con su elegancia y belleza. La noche fue mágica, y ella se sintió en el centro de atención. Sin embargo, después de la fiesta, mientras regresaba a casa, Matilde notó que el collar ya no estaba en su cuello. Entró en pánico y, junto co