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Mostrando entradas de febrero, 2023

EL DEÁN DE SANTIAGO - JUAN MANUEL

  Otro día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y contábale algo que le había ocurrido de esta manera: —Patronio, vino un hombre a rogarme que le ayudara en un asunto, y prometióme que haría por mí todo lo que fuese para mi provecho y mi honra. Y yo comencé a ayudarlo cuanto pude en aquel asunto. Y antes de que aquel negocio hubiese realmente acabado, creyendo él que estaba resuelto, llegó un momento en que correspondía que él hiciese algo por mí y le rogué que lo hiciese, y se excusó. Y después se presentó otra cosa que podía hacer por mí, y de nuevo se excusó; y así hizo en todo lo que le rogué que hiciese por mí. Y aquel asunto para el cual él me pidió ayuda no está aún resuelto, ni se resolverá mientras yo no lo quisiere. Y por la confianza que tengo en vos y en vuestro entendimiento, ruégoos que me aconsejéis lo que haga en esto. —Señor conde —dijo Patronio—, para que hagáis en esto lo que debéis, mucho querría que supieses lo que aconteció a un deán de Santiago

REUNIÓN - JOHN CHEEVER

  La última vez que vi a mi padre fue en la Estación Gran Central. Yo iba de la casa de mi abuela, en los Adirondack, a una casa de campo en el Cabo alquilada por mi madre, y escribí a mi padre que estaría en Nueva York, entre dos trenes, durante hora y media, y le pregunté si podíamos almorzar juntos. Su secretaria me escribió diciendo que él se encontraría conmigo a mediodía frente al mostrador de información, y a las doce en punto lo vi venir entre la gente. Para mí era un desconocido —mi madre se había divorciado de él hace tres años y desde entonces no lo había visto— pero apenas lo vi sentí que era mi padre, un ser de mi propia sangre, mi futuro y mi condenación. Supe que cuando creciera me parecería a él; tendría que planear mis campañas ateniéndome a sus limitaciones. Era un hombre alto y apuesto, y me complació enormemente volver a verlo. Me palmeó la espalda y me estrechó la mano. —Hola, Charlie –dijo—. Hola, hijo. Me agradaría llevarte a mi club, pero está en la calle 60,

LA NOCHE BOCA ARRIBA - JULIO CORTAZAR

Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos; le llamaban la guerra florida.   A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él —porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre— montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones. Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriend

EL LADRÓN DE CADÁVERES - ROBERT STEVENSON

  Todas las noches del año nos sentábamos los cuatro en el pequeño reservado de la posada George en Debenham: el empresario de pompas fúnebres, el dueño, Fettes y yo. A veces había más gente; pero tanto si hacía viento como si no, tanto si llovía como si nevaba o caía una helada, los cuatro, llegado el momento, nos instalábamos en nuestros respectivos sillones. Fettes era un viejo escocés muy dado a la bebida; culto, sin duda, y también acomodado, porque vivía sin hacer nada. Había llegado a Debenham años atrás, todavía joven, y por la simple permanencia se había convertido en hijo adoptivo del pueblo. Su capa azul de camelote era una antigüedad, igual que la torre de la iglesia. Su sitio fijo en el reservado de la posada, su conspicua ausencia de la iglesia y sus vicios vergonzosos eran cosas de todos sabidas en Debenham. Mantenía algunas opiniones vagamente radicales y cierto pasajero escepticismo religioso que sacaba a relucir periódicamente, dando énfasis a sus palabras con impreci