La rama de gemas de
Hōrai
El Príncipe Kuramochi por su parte,
fingió que salía a navegar en busca de la rama que se le había encargado, sin
embargo, lo que en realidad hizo fue reunir a seis de los mejores orfebres, es
decir, artesanos dedicados a crear trabajos artísticos con metales preciosos, y
tras reunirlos, construyó una casa en un lugar recóndito donde no lo
encontraran, y dentro de ella un horno, en el cual, con la ayuda de los
artesanos, fabricaron una rama de gemas que le costó todos los recursos de sus
dieciséis fincas, dando como resultado una rama tan preciosa como la que
describo la princesa Kaguya.
El príncipe se las arregló para que
en el pueblo corriera el rumor de que había vuelto de su viaje con una flor de
Udonge, legendaria flor budista que se dice florece una vez cada tres mil años.
El rumor llegó hasta la puerta de la princesa Kaguya, poniéndola muy nerviosa y
con el corazón destrozado.
Ese mismo día, el Príncipe tocó a
su puerta, pidiendo disculpas por llegar con el horrible atuendo que utilizó en
su viaje, y le dijo al padre de Kaguya que consiguió la rama que la princesa
había pedido, casi a costa de su vida.
El padre de la princesa le dijo que
debía casarse con el príncipe, pues había cumplido su palabra, sin embargo,
sumida en su tristeza, admitió que pidió cosas imposibles porque le apenaba
rechazar todo lo que su padre le pedía. El padre de la princesa permitió al
príncipe entrar en la habitación, donde le preguntó cómo obtuvo tan hermosa
rama.
El príncipe respondió entonces, que
salió a navegar en busca de la rama, pero navego sin rumbo, el mar intento
hundirlos, en una isla pelearon contra demonios y en otra comieron las pocas
raíces que encontraban, incluso pelearon con monstruos que intentaron
devorarlos, hasta que, tras quinientos días navegando, se toparon con una
montaña, en la cual una doncella celestial les dijo que se encontraban en el
monte Hōrai. El monte era de una hermosura incomparable, con flores nunca antes
vistas, cascadas y puentes de joyas, y un árbol resplandeciente del cual cortó
la rama, pero al hacerlo, aun rodeado de tanta belleza, su corazón le pidió que
volviera con la princesa.
La princesa, tras leer la carta,
pidió de manera sonriente a su padre que devolviera la rama, pues era una gran
mentira, a lo cual, apenado, el príncipe se retiró del lugar. La princesa pago
el trabajo a los artesanos, diciendo que le habían traido gran felicidad con
aquella carta, sin embargo, al retirarse, sus pertenencias fueron robadas por
los guardias del príncipe, y el príncipe, enojado por el descubrimiento de la
gran farsa que había montado, se fue al bosque y desapareció.
La piel del ratón de fuego
El ministro Abe no Miushi envió una
carta con una inmensa cantidad de dinero a un importante conocido de nombre
Ōkei, en China, en busca de la piel de ratón de fuego, sin embargo, solo
recibió como respuesta una carta diciendo que aquella piel existe solo en los
relatos, pero, que si esta existiera, la encontraría en la India, y que iría a
buscarla.
Al cabo de un tiempo, un cofre de
Ōkei llegó al ministro, en ella decía que había conseguido la piel de ratón de
fuego, traída por un sabio de la India hasta un monasterio en las montañas
occidentales, y que había tenido que pagar el dinero enviado más cincuenta
monedas de oro, oro que tenía que devolver o de otra manera tendría que
devolver la piel de ratón de fuego, que se encontraba en el cofre.
El cofre brillaba de diversos
colores, y dentro de él se encontró con una piel del azul más profundo del
cielo y con unas puntas que relucían como el oro, entonces, el ministro guardó
la prenda y se arregló para ir con la princesa Kaguya.
La joya del cuello
del dragón.
El gran consejero Otomo no Miyuki
convocó a todos quienes le servían en el palacio, declarando que le concedería
la petición que deseara a quien consiguiera la joya que resplandece con cinco
colores, encontrada en el cuello del dragón. Sus servidores, convencidos de que
era una petición imposible, no tuvieron más remedio que aceptar sus órdenes, y
salieron en busca de una joya que pensaban no existía.
Pasó un año y el consejero no
recibió noticias de sus servidores, con la paciencia agotada, decidió ir en busca
de la joya el mismo. Navegó por diversos mares, hasta que un día, se encontró
con una enorme tormenta y no tuvo más remedio que rezar hasta que los
relámpagos se alejaron. Pensó que esto había sucedido gracias a sus rezos, por
lo cual, decidió tomar el viento a favor; tras tres días navegando, llegó a una
playa, sin embargo, esta isla no pertenecía a otro lugar que no fuera del que
emprendió su viaje, y entendió entonces, que no podría obtener esa joya, pues
era un dragón de trueno el que la poseía.
Koyasugai de golondrina.
El segundo consejero, Isonokami no
Marotari, ordenó a sus servidores que le avisaran cuando las golondrinas hagan
sus nidos, para recoger la concha koyasugai, sin embargo, estos le dijeron que
aquella legendaria concha solo aparece, no se sabe como, cuando las golondrinas
ponen huevos, y que si un humano lo ve, desaparece.
El consejero ordenó a sus
servidores vigilar los tejados y conseguir la concha cuando las golondrinas
empiezan a reproducirse, sin embargo, asustadas por la presencia de los
hombres, las golondrinas ni siquiera se acercaron al tejado.
Un anciano entonces le dijo al
consejero que la única manera de conseguirlo, era esconderse y que solo una
persona subiera cuando las golondrinas pongan huevos, siendo elevado por
cuerdas que los demás jalarían desde lo lejos.
El consejero entonces puso el plan
en acción, pusieron canasta y cuerdas en el tejado del almacén del palacio, y
al llegar la noche, cuando las golondrinas levantaron la cola y dieron siete
vueltas, subió uno de sus servidores, pues esa era la señal de que estaban
poniendo huevos. Al llegar al nido, el servidor no encontró nada, lo cual
enfureció al consejero y decidió hacerlo él mismo.
El consejero se colocó en la canasta, y al ver a las golondrinas levantar la cola y dar vueltas, dio la señal y lo subieron hasta su nido. Al tocar algo con su mano, gritó que lo bajaran de prisa, los servidores, intentando bajarlo con prisa, jalaron tan fuerte de la cuerda que esta se rompió, dejando caer al consejero de boca y perdiendo el conocimiento. Al regresar en sí, se dio cuenta de que lo que había tomado, era solo excremento seco de las golondrinas, tras enojarse, se empezó a marear, pues se había roto la cadera. El consejero le escribió una carta a la princesa Kaguya contando lo sucedido, pero apenas terminó de escribirla, dejó de respirar.
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