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EL CUENTO DE LA PRINCESA KAGUYA 2


La rama de gemas de Hōrai

El Príncipe Kuramochi por su parte, fingió que salía a navegar en busca de la rama que se le había encargado, sin embargo, lo que en realidad hizo fue reunir a seis de los mejores orfebres, es decir, artesanos dedicados a crear trabajos artísticos con metales preciosos, y tras reunirlos, construyó una casa en un lugar recóndito donde no lo encontraran, y dentro de ella un horno, en el cual, con la ayuda de los artesanos, fabricaron una rama de gemas que le costó todos los recursos de sus dieciséis fincas, dando como resultado una rama tan preciosa como la que describo la princesa Kaguya.

El príncipe se las arregló para que en el pueblo corriera el rumor de que había vuelto de su viaje con una flor de Udonge, legendaria flor budista que se dice florece una vez cada tres mil años. El rumor llegó hasta la puerta de la princesa Kaguya, poniéndola muy nerviosa y con el corazón destrozado.

Ese mismo día, el Príncipe tocó a su puerta, pidiendo disculpas por llegar con el horrible atuendo que utilizó en su viaje, y le dijo al padre de Kaguya que consiguió la rama que la princesa había pedido, casi a costa de su vida.

El padre de la princesa le dijo que debía casarse con el príncipe, pues había cumplido su palabra, sin embargo, sumida en su tristeza, admitió que pidió cosas imposibles porque le apenaba rechazar todo lo que su padre le pedía. El padre de la princesa permitió al príncipe entrar en la habitación, donde le preguntó cómo obtuvo tan hermosa rama.

El príncipe respondió entonces, que salió a navegar en busca de la rama, pero navego sin rumbo, el mar intento hundirlos, en una isla pelearon contra demonios y en otra comieron las pocas raíces que encontraban, incluso pelearon con monstruos que intentaron devorarlos, hasta que, tras quinientos días navegando, se toparon con una montaña, en la cual una doncella celestial les dijo que se encontraban en el monte Hōrai. El monte era de una hermosura incomparable, con flores nunca antes vistas, cascadas y puentes de joyas, y un árbol resplandeciente del cual cortó la rama, pero al hacerlo, aun rodeado de tanta belleza, su corazón le pidió que volviera con la princesa.


Mientras el príncipe contaba su historia, seis hombres aparecieron en el jardín acompañados de una carta, pidiendo al príncipe que les pague por el trabajo realizado. La princesa Kaguya, ante aquella situación, tomó la carta en la cual contaban que junto con ellos, el príncipe se encerró dentro de una casa durante mil días para crear aquella rama, y que los artesanos aún no habían recibido su paga.

La princesa, tras leer la carta, pidió de manera sonriente a su padre que devolviera la rama, pues era una gran mentira, a lo cual, apenado, el príncipe se retiró del lugar. La princesa pago el trabajo a los artesanos, diciendo que le habían traido gran felicidad con aquella carta, sin embargo, al retirarse, sus pertenencias fueron robadas por los guardias del príncipe, y el príncipe, enojado por el descubrimiento de la gran farsa que había montado, se fue al bosque y desapareció.

La piel del ratón de fuego

El ministro Abe no Miushi envió una carta con una inmensa cantidad de dinero a un importante conocido de nombre Ōkei, en China, en busca de la piel de ratón de fuego, sin embargo, solo recibió como respuesta una carta diciendo que aquella piel existe solo en los relatos, pero, que si esta existiera, la encontraría en la India, y que iría a buscarla.

Al cabo de un tiempo, un cofre de Ōkei llegó al ministro, en ella decía que había conseguido la piel de ratón de fuego, traída por un sabio de la India hasta un monasterio en las montañas occidentales, y que había tenido que pagar el dinero enviado más cincuenta monedas de oro, oro que tenía que devolver o de otra manera tendría que devolver la piel de ratón de fuego, que se encontraba en el cofre.

El cofre brillaba de diversos colores, y dentro de él se encontró con una piel del azul más profundo del cielo y con unas puntas que relucían como el oro, entonces, el ministro guardó la prenda y se arregló para ir con la princesa Kaguya.


Al llegar el padre de la princesa le entregó la piel, sin embargo, Kaguya dijo que es una piel extraordinaria, pero que nada le aseguraba que fuera la verdadera, por lo cual, le dijo que solo si la piel no ardía en el fuego, aceptaría casarse con el ministro. El ministro intentó evadir la propuesta, sin embargo, no tuvo más opción que lanzarla al fuego. La prenda ardió en el fuego, llenando de alegría el rostro de Kaguya, pero de enojo el del ministro, quien se retiró con su prenda quemada.

La joya del cuello del dragón.

El gran consejero Otomo no Miyuki convocó a todos quienes le servían en el palacio, declarando que le concedería la petición que deseara a quien consiguiera la joya que resplandece con cinco colores, encontrada en el cuello del dragón. Sus servidores, convencidos de que era una petición imposible, no tuvieron más remedio que aceptar sus órdenes, y salieron en busca de una joya que pensaban no existía.

Pasó un año y el consejero no recibió noticias de sus servidores, con la paciencia agotada, decidió ir en busca de la joya el mismo. Navegó por diversos mares, hasta que un día, se encontró con una enorme tormenta y no tuvo más remedio que rezar hasta que los relámpagos se alejaron. Pensó que esto había sucedido gracias a sus rezos, por lo cual, decidió tomar el viento a favor; tras tres días navegando, llegó a una playa, sin embargo, esta isla no pertenecía a otro lugar que no fuera del que emprendió su viaje, y entendió entonces, que no podría obtener esa joya, pues era un dragón de trueno el que la poseía.


Tras volver a su palacio se encontró con sus servidores, a quienes no regaño, pues ahora sabía que había hecho una petición imposible, y pensaba que Kaguya había hecho esa petición con la intención de que murieran en el transcurso de la búsqueda. Kaguya escuchó aquella historia, la cual le causó tanta risa que sentía que rompería su vientre, y se llenó de felicidad al saber que una vez más, no tendría que casarse.

Koyasugai de golondrina.

El segundo consejero, Isonokami no Marotari, ordenó a sus servidores que le avisaran cuando las golondrinas hagan sus nidos, para recoger la concha koyasugai, sin embargo, estos le dijeron que aquella legendaria concha solo aparece, no se sabe como, cuando las golondrinas ponen huevos, y que si un humano lo ve, desaparece.

El consejero ordenó a sus servidores vigilar los tejados y conseguir la concha cuando las golondrinas empiezan a reproducirse, sin embargo, asustadas por la presencia de los hombres, las golondrinas ni siquiera se acercaron al tejado.

Un anciano entonces le dijo al consejero que la única manera de conseguirlo, era esconderse y que solo una persona subiera cuando las golondrinas pongan huevos, siendo elevado por cuerdas que los demás jalarían desde lo lejos.

El consejero entonces puso el plan en acción, pusieron canasta y cuerdas en el tejado del almacén del palacio, y al llegar la noche, cuando las golondrinas levantaron la cola y dieron siete vueltas, subió uno de sus servidores, pues esa era la señal de que estaban poniendo huevos. Al llegar al nido, el servidor no encontró nada, lo cual enfureció al consejero y decidió hacerlo él mismo.

El consejero se colocó en la canasta, y al ver a las golondrinas levantar la cola y dar vueltas, dio la señal y lo subieron hasta su nido. Al tocar algo con su mano, gritó que lo bajaran de prisa, los servidores, intentando bajarlo con prisa, jalaron tan fuerte de la cuerda que esta se rompió, dejando caer al consejero de boca y perdiendo el conocimiento. Al regresar en sí, se dio cuenta de que lo que había tomado, era solo excremento seco de las golondrinas, tras enojarse, se empezó a marear, pues se había roto la cadera. El consejero le escribió una carta a la princesa Kaguya contando lo sucedido, pero apenas terminó de escribirla, dejó de respirar.

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